domingo, 7 de julio de 2013

¿Por qué nativas, autóctonas o indígenas?

Más allá de la importancia que los árboles en general tienen para el mantenimiento de una buena calidad de vida, el mejoramiento del aire que respiramos y el disfrute estético, en sombra y frescura, lo que intentamos aquí es revalorar la importancia de los árboles nativos.
 
Ceibo o Seibo (Erythrina crista-galli)
 Flor nacional de Argentina y Uruguay
Denominamos autóctona, indígena o nativa a la flora del lugar de que se trata. La importancia fundamental de las mismas es que forman la estructura básica de los distintos ecosistemas, los que siendo un conjunto de factores bióticos y abióticos determinados, contienen elementos naturales (vegetales y animales) dignos de ser conservados. El pastizal pampeano (ecosistema que corresponde a nuestra ubicación geográfica) incluye en su dinámica ciertas y determinadas especies únicamente. Es decir que, conservando la flora, conservamos el ecosistema y otras especies de la región.

Plantando nativas podemos reconstruir los ambientes y éstos van a albergar a una alta variedad de mariposas y de pájaros que serán atraídos (por estar asociados a distintas y particulares especies de plantas) y que en este momento no están presentes por carecer justamente de su fuente específica de alimento y abrigo. También aparecerán enredaderas y plantas menores asociadas al ecosistema común que comparten con ese tipo de árboles.

Mantener una comunidad de plantas autóctonas permite sostener animales que comen a otros que, si no fueran comidos, se harían plagas. Este equilibrio natural hace innecesario el uso de venenos y fertilizantes, y mejora así la calidad de vida humana.

Las plantas autóctonas están perfectamente adaptadas a la región y por lo tanto no se caerían como sucedió con tantas exóticas en la última tormenta. Recuérdese que en Buenos Aires hasta se han tenido que lamentar pérdidas de vidas humanas por la caída de un Eucalipto. No se caería por ejemplo, un Sauce Criollo (Salix Humboldtiana), aún teniendo gran porte, porque se trata de una especie nativa adaptada a terrenos muy húmedos, e incluso pantanosos.

Por estos motivos, también es importante saber qué plantar, en dónde y cerca de qué. Las distintas especies de árboles de esta región se agrupan en consocies (asociaciones típicas que involucran a ciertas especies). Entre ellas conforman la estructura de un ambiente. Así el Tala, el Coronillo, Sombra de toro, Incienso y Molle forman los montes xerófilos comúnmente conocidos como talares, que crecen en suelos de albardón de la región costera ricos en conchillas y no demasiado fértiles, expuestos a la falta de agua y el calor relativamente intenso. En tanto, el Laurel de monte, el Mataojo, la Anacahuita, el Canelón, la Espina de bañado, el Chalchal y el Lecherón conforman la estructura de la selva paranaense, también de suelos poco fértiles pero anegados por las riberas de los ríos y arroyos. La selva marginal ribereña es capaz de crear un microclima especial. Más húmedo y fresco que permite condiciones ideales para que crezcan otras especies y por su diversidad biológica genera la presencia de muchas más aves y otros animales.

Típicos de los bañados y otros sectores anegados, de la costa del río y de los arroyos tenemos al Ceibo, al Curupí, al Palo amarillo, al Sauce criollo y al Sarandí.

En lugares altamente urbanizados e industrializados se torna indispensable plantar árboles para crear una atmósfera más digna de ser vivida por el vecino. Pero también se hace indispensable recrear los ambientes naturales destruidos. Tenemos pocos lugares donde hacer esto porque el cemento y la “civilización” avanzaron demasiado. Pero aún así debemos intentarlo aprovechando los pocos espacios baldíos que puedan quedar y también los canteros y macetas en veredas, patios, balcones y terrazas.

A su vez, el árbol nativo nos vincula a la cultura de un pueblo, a sus tradiciones y a sus antepasados. No sólo el ombú es tradicional de las pampas y es recogido por la literatura campestre y también autóctona, sino que hay localidades, como en el caso de Sarandí (partido de Avellaneda), que llevan el nombre de un arbusto que vive en zonas anegadas y en las márgenes de ríos y arroyos. Sólo detenerse en los nombres de estos árboles nos lleva a pensar en los indígenas que le dieron su nombre o en alguna tradición que encierran.


El objetivo es conservar la diversidad biológica natural y cultural de nuestra región.

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